miércoles, 9 de junio de 2010

Hábitat y pobreza

Por Guillermo Meyer

Si hay algo que caracteriza al gobierno de los Kirchner es la absoluta coherencia en su actuación en todas las áreas: echar la culpa de todo a sus antecesores (olvidándose del ferviente apoyo que brindaron a las políticas de Menem en los `90), hacer grandes anuncios desde la tribuna para luego no cumplirlos y ocultar su incapacidad dibujando la realidad a su conveniencia como en el caso del INDEC.


Así fue que en el 2004 el “ex” presidente Kirchner lanzó con bombos y platillos la primera etapa del Programa Federal de Vivienda que consistía en la construcción de 120.000 unidades en 12 meses. Pasado ese período, Néstor Kirchner anunció la 2da etapa del plan que consistiría en 300.000 nuevas viviendas. De la primera etapa solo se construyeron 58.735 ( 49% de lo anunciado), y de la segunda solo 3.398 (apenas el 1,13%).

Alguien podría decir que “algo es algo”, pero, sin embargo, hay que agregar que muchas de esas viviendas fueron construidas con tan pésima calidad que a poco tiempo de su inauguración son prácticamente inhabitables. Así se denunció en los barrios San Jorge, Las Margaritas, Santa Rosa en Florencio Varela, y en José C. Paz entre otros. Nosotros hemos podido verificar, a través de relevamientos propios, situaciones similares a aquellas en Pablo Podestá, 3 de Febrero, según consta en este informe. Algunas obras se parecen más a una escenografía montada para la publicidad oficial que a soluciones concretas para la gente.





Fotos: Estado de deterioro producido por la mala calidad de construcción de las viviendas realizadas por el gobierno kirchnerista en el Barrio Libertador de Pablo Podestá. Estas viviendas fueron inauguradas hace apenas dos años. Mientras tanto en un terreno vecino se construyeron unas inhabitables viviendas “provisorias” donde sus habitantes viven hace más de un año. (Relevamiento: Arq. Guillermo Meyer para Grupo La 3ra)

Mientras el gobierno se deshace en palabras los problemas avanzan y se profundizan, según estudios de Info-Hábitat, solo desde el 2001 al 2006 se triplicaron las villas de emergencia en el Conurbano. En esos cinco años el Gran Buenos Aires pasó de tener 385 asentamientos (según censo 2001) a tener más de 1000 villas. La mayoría de ellas situadas en el sur del Conurbano en los límites con la Capital. En ese mismo tiempo se consolidaron 24 nuevos asentamientos en la Ciudad de Buenos Aires. La población que vivía en villas en el área metropolitana era de 638.657 en el 2001, actualmente se estima en aproximadamente 2.000.000.

Esto sucede cuando para un gobierno el largo plazo no supera los dos años que separan una elección de la otra. Los Kirchner siguen demostrando que su única preocupación es conservar el poder como fin en si mismo y no para solucionar los problemas de la gente. De esta manera nunca habrá una política seria que aporte soluciones concretas, sobre todo cuando se trata de asuntos tan complejos como el Hábitat de millones de ciudadanos.

Entendemos que una correcta Política de Hábitat impactaría también en otras áreas :

- Salud: Una vivienda con aislación, ventilación adecuada y servicios de agua potable y cloacas, podría evitar las múltiples enfermedades provocadas por la exposición a los rigores del clima, la humedad, el hacinamiento y la falta de higiene. Por lo tanto, constituiría una de las más eficientes políticas de medicina preventiva que además reduciría notablemente la demanda sobre hospitales y centros de salud.

- Empleo: Terminaría con la “cruz” que deben cargar quienes encuentran serias dificultades para conseguir empleo por vivir en villas o casas tomadas.

- Seguridad: Se acabarían los refugios que muchos delincuentes encuentran en los intrincados laberintos de los asentamientos precarios.

- Lucha contra el narcotráfico: Del mismo modo se erradicarían los refugios que los narcotraficantes encuentran en el laberinto y la densidad de las villas. Este fenómeno está comenzando a alcanzar dimensiones alarmantes en algunos barrios.

- Integración familiar: Se morigerarían los conflictos derivados de la convivencia en estado de hacinamiento.

- Integración social: Los nuevos barrios se integrarían como una continuidad de los barrios circundantes, lo cual además de romper la barrera física constituida por asentamientos que interrumpen la trama urbana, rompería las barreras sociales producto de los fuertes contrastes entre ellos. Además esta integración permitirá en los más jóvenes el retorno de la idea de comunidad y ciudadanía que por estos tiempos se está perdiendo.
Además, la regularización de estas familias les otorgaría un plus de dignidad dado por la posibilidad de pagar o construir su vivienda definitiva, así como también abonar los servicios públicos que pasarían a recibir como cualquier otro ciudadano.
No podemos olvidar que toda política de vivienda debe estar dirigida a todos aquellos sectores que sufren el déficit habitacional en la medida que cada caso requiere: las clases más bajas necesitan una intervención mas directa del Estado al haber quedado fuera del interés del mercado Pero también las clases medias viven en una enorme incertidumbre producto de las dificultades, de acceso al crédito, viéndose muchos obligados a recurrir al alquiler de una vivienda a costos cada vez mas elevados.
A continuación presentamos un trabajo que intenta analizar sintéticamente los distintos aspectos y magnitudes de esta cuestión:


Caracterización de la Pobreza y la Exclusión.

La pobreza puede ser definida como una forma de insuficiencia o insatisfacción en el Desarrollo Humano tomado a nivel social o una situación donde las necesidades básicas son insatisfechas. Es importante considerar que dicha “satisfacción” depende mucho del contexto histórico y cultural por lo que es importante entender las “Necesidades Básicas” en su contexto específico.

Pero hay aspectos de las situaciones de pobreza que son independientes a su contexto, y que además han sido constantes. Una sociedad con altos niveles de pobreza denota falta de solidaridad, de igualdad de posibilidades y de justicia social. En los casos extremos que lo que está en crisis es la Dignidad, pero no solamente la del que sufre la pobreza, sino la de toda la sociedad en su conjunto.

Hay quienes pretendiendo minimizar el problema señalan que “la pobreza siempre existió”. Es cierto que siempre hubo situaciones de desigualdad e injusticia, pero hoy día, a pesar de los dibujados anuncios oficiales, la pobreza ha adquirido la peor de sus formas: la exclusión.

La Pobreza urbana creció a la par del desarrollo de las ciudades y la industria. Se constituyó con la inmigración del campesinado hacia los centros urbanos buscando empleo y nuevas oportunidades. Si bien eran pobres, entonces se experimentaba un proceso de integración a una nueva dinámica económica, productiva y social. Surgieron agrupaciones obreras y sindicales entre otras formas de unidad para defender sus derechos y tender a modificar los rasgos negativos de ese proceso. La posibilidad de acceso a la educación brindaba a las familias esperanzas en el futuro de sus hijos. “M´hijo el dotor” era una orgullosa exclamación surgida de boca de campesinos analfabetos, obreros e inmigrantes que llegaron a Buenos Aires sin nada.
Luego de “desacertadas” políticas económicas, aplicadas durante las sucesivas dictaduras y por el Partido Justicialista durante la década del `90, esa promesa desarrollo económico y productivo se esfumó dejando a una gran franja de la población fuera del sistema, o mas precisamente, fuera de la sociedad.

La situación de exclusión descripta y un futuro cada vez más lejano, produjo en muchos de ellos la pérdida de la esperanza y un estado de resignación que puede verse reflejado, por ejemplo, en las letras de la “cumbia villera” y el auge del “paco”.

Se sabe que las situaciones extremas generan reacciones extremas, así la exclusión trae consecuencias que nos afectan a todos como sociedad. La desintegración, los prejuicios, los resentimientos, hacen que muchos argentinos se sientan ajenos a una sociedad que los deja afuera. Esta ruptura social entre excluidos e incluidos hace que se diluya el concepto de bien común, sobre todo para aquellos que quedan afuera de los beneficios del desarrollo.

Caracterización del hábitat precario y degradado

Entre las consecuencias de un hábitat precario o degradado sobre sus ocupantes podemos destacar entre otras:
- Dificultades para obtener empleo digno debido a la discriminación.
- Disolución de lazos familiares producto de los conflictos derivados por vivir hacinados.
- Propensión a graves enfermedades producto de convivir a diario con aguas servidas, pésimas condiciones de higiene y salubridad, humedad en el interior de la vivienda, mayor exposición a los rigores del clima. Un hábitat en estas condiciones es un serio peligro para la salud y la vida de sus habitantes.
- Mayor inseguridad al convivir con la delincuencia y traficantes que encuentran en las villas un refugio.
- Desesperanza en los jóvenes, quienes son tentados a evadirse de su realidad mediante drogas nocivas como el “Paco”.
- Dificultades de movilidad al ser esos barrios precarios evadidos por el servicio de transporte público. A esto se suman las dificultades provocadas por la lluvia en calles de tierra, etc.

La problemática del hábitat no puede ser encarada exitosamente considerando solo a la vivienda, sino también a su entorno inmediato. Muchos barrios fracasaron al ser erigidos en áreas separadas de la trama urbana a modo de ciudades o pueblos satélite. Por ejemplo, grandes conjuntos habitacionales en medio de la nada. Por eso hay que considerar al menos dos escalas: la edilicia, que abarca la vivienda propiamente dicha, y la urbana, considerando el entorno como espacio físico y espacio social y la forma de implantación de la vivienda.
El hábitat de la miseria es diverso. Por un lado encontramos el hábitat precario, el cual nunca alcanzó niveles suficientes en cuanto a su completamiento y calidad ambiental como las villas miseria y ciertos barrios suburbanos. Por el otro, el hábitat degradado lo constituye aquel donde las construcciones alguna vez tuvieron un buen nivel de calidad y posteriormente sufrieron un grave proceso de deterioro: casas tomadas, inquilinatos, hoteles y conjuntos habitacionales.


Foto: Juan Miguel Tosi

Villas Miseria o Barrios de Emergencia

Podemos definir la Villa como el resultado de un proceso de ocupación espontáneo y no planificado de un terreno generalmente fiscal o privado de muy bajo valor, o baldíos con conflictos de sucesión. Se trata de terrenos inundables, baldíos con basurales, viejas instalaciones ferroviarias o industriales en desuso en áreas degradadas o barrios de escaso interés inmobiliario.

Al momento de su ocupación estos terrenos eran vacíos urbanos, donde sus propietarios o el Estado no habían generado ningún tipo de actividad. En estos barrios el modo de tomar posesión del suelo es la que mejor le parece a cada ocupante. Al principio el nivel de densidad es bajo. Las viviendas primitivas son de materiales muy pobres, como cartón, madera, chapa, sin instalaciones de ningún tipo y apenas con una letrina. Esto es porque la incertidumbre sobre la permanencia en el terreno en esa etapa no inspira a sus ocupantes a invertir en algo mejor. Con el paso del tiempo, estos barrios se densifican, las construcciones se consolidan y se utilizan materiales tales como ladrillos y hormigón. De todos modos la precariedad y la incertidumbre permanecen por lo que las construcciones nunca dejan de tener el carácter de precarias.

Hoy en día, varias villas de la Ciudad de Buenos Aires poseen en buena parte de su extensión cloacas, agua corriente, teléfonos, electricidad y televisión por cable mientras que el gas se abastece por garrafas. Con respecto al último punto hay que resaltar que, debido al costo de la garrafa y el precio subsidiado del servicio de Metrogas, los pobres pagan hasta 5 veces más por la misma cantidad de gas que una familia de clase media alta. Los desagües pluviales y secundarios derivan a instalaciones precarias o zanjas. En algunos sectores no existen cloacas y los pozos son atendidos por camiones atmosféricos. Los residuos se levantan sobre las calles oficiales o son arrojados al paso de los trenes, los cursos de agua o se acumulan en algunos sectores provocando colosales montañas.

Dentro de estos barrios o en sus cercanías existen escuelas y centros de salud. Las complicaciones se derivan de las limitaciones de la circulación por los pasillos ya que los chicos a veces no pueden llegar a la escuela por la lluvia y las ambulancias no pueden auxiliar a un enfermo. El punto complejo en cuanto a los servicios lo ofrece la seguridad, la policía tiene fuertes reservas para actuar en las villas, lo que finalmente actúa a favor de los delincuentes que se sienten seguros amparados por los intrincados pasillos.

El tejido de estos barrios en la actualidad es muy compacto y densamente poblado. El acceso a las viviendas se produce por pasillos, la mayoría muy estrechos mientras que algunos permiten el paso de automóviles y camiones que abastecen los comercios internos. Este intrincado sistema conforma un laberinto que solo puede ser transitado por quien pertenece al barrio, lo conoce, y es al mismo tiempo conocido.

Las grandes villas son lugares de altos contrastes, lejos de ser homogéneas presentan diversidad de panoramas: Algunos sectores poseen un alto grado de densidad, con comercios e instituciones barriales, pasajes anchos y pavimentados, viviendas con un mínimo de confort, higiene y servicios. Otros presentan un paisaje más desolador con casillas muy humildes sin servicios, mal edificadas y con signos de degradación, los comercios escasean y las calles son de tierra. Finalmente la miseria en su forma más cruda, con casillas sin ningún tipo de servicio, suelo de tierra y edificaciones de madera y chapa rodeadas de basurales y aguas servidas.

Hoy por hoy la mayoría de las viviendas poseen un baño, la cocina es además un “living-comedor-dormitorio” y dos o más dormitorios. Los pisos de alisado de cemento o cerámicas, paredes de canto revocadas y pintadas. Entre las deficiencias más comunes podemos citar la falta de ventilación, de puertas, de cielorrasos, de aislamiento hidrófuga, lo que hace a las viviendas muy incómodas e insalubres. Son muy calurosas en verano, muy frías en invierno y siempre húmedas. Sus habitantes no pueden tener intimidad y viven hacinados. Se pasa de un cuarto a otro por sus interiores, el pasillo o el hall es un lujo y un derroche de espacio que nadie se permite.

En el otro extremo hallamos unas otras viviendas dotadas de artículos, que si bien no son suntuarios, otorgan cierto nivel de confort: estructuras de hormigón, pisos de cerámica, cielorrasos de machimbre, mobiliario nuevo, electrodomésticos etc. En esta franja se ubican los dueños de comercios, de inquilinatos, de alguna industria o prestación de servicios.

Cabe señalar que en los últimos años se ha promovido, como en toda la sociedad, el egoísmo, el individualismo, la valoración compulsiva por los bienes de consumo, lo cual sumado a la brecha entre los que pueden salvarse de los que no, las drogas y la desocupación, han generado, sobre todo muchos jóvenes, un debilitamiento severo en la idea de comunidad, solidaridad, respeto por el otro y su trabajo. Son comunes desde hace unos años los robos y los delitos dentro de las grandes villas. Los vecinos más viejos coinciden en que esta situación es inédita.

La canchita es el espacio que nadie se atreve a invadir, constituye, tal vez, la única convención tácita. Es por ello que se resalta la importancia del deporte como elemento de comunión social, tan espontáneo como la construcción colectiva de la villa.


Fotos: Arq. Guillermo Daniel Meyer

Durante la última dictadura se procuró la erradicación de las villas mediante topadoras para enviar a sus habitantes a otras zonas: por ejemplo, hacia 1982, se publicó a través de la Comisión Municipal de la Vivienda, un boletín sobre las erradicaciones de las villas. Estaban hablando de más de 20.000 personas (villa 29 del Bajo Belgrano, 30 de Colegiales, etc). Estas fueron eliminadas en menos de un año sin definir a donde se llevaba a la gente. El plan consistió, según lo reconocido en esa publicación, en someterlos varios meses a un “estado de sitio interno”, se cortó el agua y la luz, se prohibió la circulación de vehículos, se clausuraron los comercios y se demolió la casa de los “sospechosos” o de aquellos que intentaban alguna mejora o vender su vivienda. Todo esto con un comisario a la cabeza del operativo (etapa denominada “desaliento”). Quedando al final de todo eso la limpieza del terreno. Finalmente la población de las villas se redujo de 280.000 personas en 1977 a 33.562 en 1978. Esta política apuntaba a ocultar la vergüenza fuera de la capital y no a resolver el problema de fondo ya que esa población era escondida en barrios más alejados de la Ciudad. Así fue que las villas de la Capital se poblaron nuevamente alcanzando la población actual de casi 200.000 habitantes.

En oposición a los viejos planes de erradicación, con el advenimiento de la democracia se consolidó la idea de la radicación y urbanización para terminar definitivamente con el problema. Pero el tema no era simple. Casi sin tierras libres suficientes, si cada vivienda ocupa 40m2, los planes oficiales exigieron de 80 a 100 m2 en lotes individuales, más las superficies para plazas y calles, con lo que inexorablemente o se expulsa gente o se buscan alternativas tales como edificios de hasta 3 pisos, viviendas en tira, condominios u otras soluciones técnicas. Manejado con habilidad por las autoridades no debería ser un tema muy grave, pero lleva amargas discusiones entre grupos rivales u otros inconvenientes que obligaran a reajustar todo el proceso y buscar el consenso para que nadie quede disconforme con lo que recibe.

Desde la consolidación democrática este proceso ha tenido altas y bajas. En 1991, en el marco del Plan Arraigo, el Estado Nacional vendió a las villas 21-24, 20, 15, entre otras, la tierra que ocupaban, pero esto no alcanzó, por ejemplo, a la Villa 31, sobre la cual regularmente se abren debates debido a sucesivas propuestas de erradicación. Los intendentes Bouer y Domínguez intentaron la entrega de subsidios para iniciar un proceso de desalojo de esa villa, pero los 12.000 pesos otorgados fueron insuficientes para que esas familias pudieran encarar alguna solución habitacional. Como resultado volvieron a instalarse en la Villa dando origen a la denominada Villa 31 bis.

Casas tomadas

Estas están contenidas dentro del tejido de la “ciudad oficial”. Al igual que en el caso de la villa a mayor escala, son espacios abandonados que son ocupados. Se concentran sobre todo en áreas degradadas del Sur de la Ciudad de Buenos Aires y en la traza de la nunca realizada AU3 en el norte. En San Telmo las antiguas casonas de la clase pudiente fueron abandonadas cuando esta se mudó al norte, las mismas se convirtieron en conventillos o en edificios destinados al alquiler.

La posterior degradación, y normativas de protección patrimonial que congelaron el barrio sin un programa de conservación y gestión, hicieron que una parte de esos edificios se convirtieran en casas tomadas. Otros barrios como La Boca sufrieron una franca decadencia al perder su antiguo y característico rol portuario, algo parecido sufrió Barracas por la decadencia de la actividad industrial. Esto determinó que en estos barrios muchas propiedades en estado de abandono fueran ocupadas.

En el caso de la ex AU3, muchas propiedades fueron expropiadas para la construcción de la autopista, pero al no materializarse el proyecto fueron en gran medida tomadas.

Esta modalidad, a diferencia de las villas miseria, toma rasgos similares al del entrono barrial, pero esa similitud es aparente ya que se reduce solamente a la fachada que no expresa a simple vista la forma de utilización de su interior. Pero algunas señales evidencian la forma de ocupación como ventanas tapiadas, pérdidas de agua que provienen de la casa por la deficiencia de las instalaciones, etc.

La distribución interna responde a una cuestión de jerarquía entre quienes organizaron la toma y los que los siguieron. Los sanitarios se localizan en el fondo del lote o se construyen donde se puede. La trama de mangueras, a modo de instalación precaria, extiende la red sanitaria al interior de las piezas destinadas a cocina.

La casa se densifica ocupándose incluso los patios interiores anteriormente destinados a dotar al edificio de iluminación natural y ventilación, a veces cumplen el rol de depósito del producto de la actividad del cartoneo.

Cuando el uso original era industrial, los grandes espacios pasan a albergar unidades independientes reproduciéndose la conformación de una villa dentro de esos espacios. En el caso de los esqueletos de hormigón armado, la fachada es terminada con mampostería, pero la precariedad de la misma y la ausencia de terminaciones delata la toma. Hay que considerar dentro de este problema los perjuicios sufridos por los propietarios legítimos de estas propiedades.

Según proyecciones del GCBA, se estima que la población que vive en esa situación en la Ciudad es de 200.000 personas.

Inquilinatos, hoteles y pensiones

Esta modalidad se encuentra sobre todo en el Sur de la Ciudad de Buenos Aires y Avellaneda. Los inquilinatos son edificios conformados por varias habitaciones alrededor de un patio común. Sus habitantes ocupan una o más piezas en carácter de locatarios mientras que comparten los servicios. Por lo general la fachada no expresa esta modalidad de habitar.

En cambio los hoteles cuentan con un cartel exterior que expresa la modalidad del hábitat. Internamente se componen por una recepción y una cantidad de piezas. Los precios de alquiler de una pieza de hotel son superiores a la de un inquilinato y al no existir contrato por medio, el dueño puede disponer el desalojo sin necesidad de intervención del poder judicial.
Según estudios de la Defensoría de la Ciudad, aproximadamente 70.000 personas viven en inquilinatos y otras 70.000 en hoteles.

Barrios suburbanos

Estos barrios se caracterizan por ser ciudad aún en construcción. Para sus habitantes es constante la lucha por el lote propio y la llegada de servicios como agua corriente, cloacas, gas, etc, Últimamente los suburbios se caracterizan por una construcción fragmentada entre barrios cerrados ricos y barrios pobres.

Conjuntos habitacionales degradados

Durante muchos años las políticas enfocadas hacia la resolución de la problemática del hábitat degradado y precario planteaban el desarrollo de grandes moles de edificios de alto costo de construcción e implantados en sectores aislados e la ciudad. Estos fueron construidos según una visión que no consideró las características sociales de sus habitantes ni sus demandas. Por lo general escindidos de la trama urbana de la ciudad tradicional y con una aspiración de autosuficiencia.

Pero la sola dotación de una vivienda mínima no bastaba para solucionar la situación de pobreza. Al poco tiempo comenzaron a producirse, conflictos internos, administraciones anárquicas y consecuentes dificultades de mantenimiento, que finalmente reprodujeron un proceso de degradación, hacinamiento y marginalidad (Fuerte Apache, Soldati, etc.)


Conjunto Villa Soldati

Algunos lineamientos básicos para una política de vivienda y hábitat son:

- Una política de vivienda debe considerar en su punto de partida, además de la escala edilicia, la escala urbana, ya que un hábitat de calidad o aceptable debe incluir también el espacio donde las viviendas se insertan. Gran parte de la población no solo vive en una vivienda precaria o degradada, sino en un contexto urbano degradado o fragmentado, sin acceso a servicios ni infraestructura. También debe considerarse el impacto que, a su vez, los nuevos barrios pueden generar en los barrios existentes en su entorno. El espacio público es el que otorga el carácter urbano al lugar de implantación de la vivienda, es el espacio de socialización e interacción social por excelencia.

- Además de vivienda estos ciudadanos necesitan que su barrio se integre a la ciudad formal y oficial mediante la continuidad de la trama urbana, calles, avenidas, áreas verdes y servicios provistos de manera regular los cuales pasarían a ser abonados como corresponde.

- La cuestión del hábitat debe ser parte de una política integrada donde cada acción se encuadre dentro de los objetivos generales de mejoramiento integral de la calidad de vida donde cada grupo de población y cada sector de territorio sea objeto de una acción unificada y coherente que comprenda los aspectos habitacionales, ambientales, económicos, educativos y sanitarios. No puede dejarse de lado la cuestión ambiental, las nuevas viviendas deberán contar con servicios cloacales eliminando los pozos ciegos, verdaderos focos de contaminación.

- Debe desarrollarse con una metodología participativa que incorpore a los vecinos del nuevo barrio y a los de los barrios de su entorno en el diseño, la implementación, el control de gestión y la eventual reformulación de los programas, proyectos y planes.

- Debe incluirse el conceto de desarrollo comunitario y la recuperación de la cultura del trabajo.

- Es clave una planificación y gestión económico-financiera integral para dar certeza a la continuidad de las inversiones, permitiendo una planificación en el corto, mediano y largo plazo, más allá de los períodos administrativos y tiempos electorales.

- Una gestión ejecutiva transversal mejorará la coherencia e integración entre las diversas problemáticas.

- Es necesaria una política de tierras activa y específica que permita destrabar el desarrollo de villas y asentamientos superpoblados y el aprovechamiento de las tierras disponibles.



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