lunes, 5 de julio de 2010

Yo hablaré por Amanda

Por Juan M. Tosi.

El tema del casamiento entre personas del mismo sexo comenzó como un asunto de adultos y terminó con los chicos... Mal, cuando debería ser tema de continuo debate el bienestar de la niñez, pero ya que llegamos así, tomo la oportunidad. Por supuesto que estando en pareja con otro hombre estoy en un todo de acuerdo con la modificación del Código Civil, cuyo resultado será el mal nombrado "matrimonio gay". Pero mucho mas interesado que en casarme de nuevo, me importa por que soy padre de una niña de casi 5 años que se llama Amanda.

Cuando el debate por el matrimonio entre personas del mismo sexo llegó a su fin en si mismo y la cosa parecía que venía bien para el colectivo LGBT, los sectores conservadores -principalmente las cúpulas de las iglesias- encontraron en el tema de la niñez la grieta para desplegar su clásico espíritu condenatorio. Entonces, de golpe se acordaron de la adopción. Pero en el apuro y con su corta y torpe mirada, pensaron en un argumento demoledor y supusieron que si dos gays o dos lesbianas no podían tener hijos, entonces la forma de tener hijos es adoptando y ahí estaría la solución a la cuestión. Desde ese momento, el debate es "la adopción de niños".

Como en los E.E.U.U. de los 70, cuando aparecieron los niños en la voz de Anita Briant que los defendía de los maestros gays y del atrevido Harvey Milk; como aquí en 1987, cuando se alzaban voces por los chicos que serían víctimas del satánico proyecto de Ley de Divorcio y Patria Potestad Compartida; y como en tantas otras oportunidades, hoy en pleno 2010, otra vez aparecen personajes como Cinthia Hotton tomando la palabra por el destino de esas pobres almas infantiles que deberán lidiar con tantos papás y mamás, tantos papás gays, tantas mamás solteras, tantos papás y mamás ensambladas... Pero entre las cuestiones que se escapan a estos detractores profesionales, estamos quienes tenemos nuestros hijos, quienes tenemos nuestras familias, quienes estamos a su vez, por fuera del propio esquema que ellos mismos condenan.

¿Quién habla en nombre de Amanda?. Esa es mi pregunta, por que ella no es un "hipotético caso", ella existe y tiene una mamá y un papá que ahora vive con otro hombre. Amanda merece un país que comprenda que no es hija de "minorías", de "gente rara", por no citar "enfermos", "desviados" u "anormales". Se cuidan mucho de acusarnos directamente de esas formas, pero lo piensan y por ello se oponen con esa violencia y con ese cinismo a la aceptación. La aceptación y la integración supone el final de privilegios, el fin de posiciones, el final de una moral y un orden y eso es lo que se juega y lo que temen perder. Los mueve -como siempre- el pánico.

Entre los argumentos mas curiosos que escuché en contra de los nuevos modelos de familia, está justamente el temor a la destrucción de la familia, y me pregunto ¿cómo puede estar en peligro una institución que está buscando ampliarse?, ¡que contradicción!. Mas contradictoria aún es la contrapropuesta de Unión Civil, que supone un formato nuevo y más flexible que finalmente podría terminar con el matrimonio, ya que cuidando "no discriminar", lo proponen para todos. Si no nos declaran enfermos o delincuentes, lamento decirles que seguir negando los mismos derechos con los mismos nombres es un acto de discriminación que no solo afecta a los adultos, sino que afecta a muchos niños, a los cuales dicen defender.

Espero que en un básico respeto a las libertades individuales y los derechos humanos, el Senado modifique el Código Civil refundando y ampliando la familia para hacer retroceder los prejuicios, la discriminación y hacernos mas ricos como sociedad.

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