miércoles, 20 de marzo de 2013

Esto que nos pasa!

Por Guillermo Meyer

Durante los últimos años el discurso del gobierno se ha esforzado en establecer criterios y argumentos para interpretar la realidad en el sentido que más les conviene. Según ese relato todo marcha más que bien; mientras que cotidianamente intentamos sobrevivir a la inflación, la inseguridad, los aumentos de tarifas, etc.

- Dicen ser la nueva política, pero siguen apoyándose en los “barones del Conurbano” y gobernadores feudales como Alperovich e Insfrán.

- Dicen ser los únicos defensores de los derechos humanos, pero omiten el enriquecimiento de los Kirchner usufructuando la Circular 1050 de Martínez de Hoz; la participación en el gobierno dictatorial de personajes como Alicia Kirchner; el apoyo en 1983 al candidato del PJ, que proponía la amnistía a los genocidas; y el silencio frente al indulto menemista.

- Dicen que cuestionan la década del ’90, pero fue el entonces gobernador Néstor Kirchner quien elogió a Menem como “el mejor presidente de la historia”.

- Dicen que la presidente se sacrifica por el pueblo, pero eluden explicar su enriquecimiento o lo hacen con argumentos inverosímiles.

- Dicen haber recuperado YPF, pero fueron los impulsores de su privatización en los ´90 y posteriormente cómplices de su vaciamiento.

- Dicen enfrentar las corporaciones, pero permiten que empresas mineras depreden nuestros glaciares.

- Dicen trabajar por los pobres, pero son los más necesitados los que más sufren el peso de la inflación. - Dicen apostar al peso argentino, pero no explican por qué Néstor compró dos millones de dólares una semana antes de que aumentara el precio.

- Dicen mejorar los trenes. Pero es inocultable la degradación del sistema ferroviario en medio de escándalos de corrupción e incompetencia.

- Dicen traer dignidad a los argentinos, pero aplican una suerte de “teoría de las migajas” consistente en satisfacer las necesidades inmediatas de los sectores más vulnerables sin resolver su situación de vulnerabilidad. De esta manera los más pobres son convertidos en rehenes permanentes de un poder que los hace dependientes de esas “migajas”.

- Dicen haber aumentado la inversión en educación, pero los indicadores indican que su calidad decae año a año. La cantidad de jóvenes que ni estudian ni trabajan ha aumentado en aproximadamente un tercio desde 2001.

- Dicen reivindicar a los históricos caudillos federales, pero utilizan discrecionalmente los fondos públicos como medio para disciplinar gobernadores e intendentes. Esto también es posible por la incapacidad y debilidad de principios de gobernadores que, además, pertenecen al mismo partido político.

- Dicen haber acabado con el negocio de las AFJP, pero los derechos de los jubilados siguen siendo atropellados y se vetaron el 82% móvil.

- Dicen enfrentar a los “oligarcas”, categoría en la que incluyen a manifestantes de clase media delatados por la calidad de sus vestimentas o de sus cacerolas. Pero los atacan por mucho menos de lo que son ellos mismos. La mayoría de los principales dirigentes kirchneristas son millonarios, viven en los barrios más caros y llevan enormes sumas de dinero encima, ya sea en vestimenta y/o alhajas.

- Dicen defender la soberanía, pero perdieron el estratégico autoabastecimiento de petróleo que inició Alfonsín en 1988. Esto le cuesta al país miles de millones al año y nos hace dependientes de los vaivenes del precio del petróleo.

- Dicen ser los únicos eficientes, pero después de años de crecimiento, producto de un período donde el mundo ha sido excepcionalmente favorable, no lograron traducir ese crecimiento un desarrollo que hubiera mejorando nuestra calidad de vida.

Política o dogma pseudoreligioso

Sin embargo al kirchnerismo no le importan estas contradicciones. El relato oficial está dirigido a instalar creencias, de manera que la adhesión sea una cuestión de fe donde no importan los hechos, ni los argumentos, ni las explicaciones. Es decir, se exige creer y no pensar.

Siempre las sociedades han necesitado certidumbre sobre su presente y futuro; creer en algo. Si bien el auge de las comunicaciones facilita el acceso a la información sobre lo que sucede, cuando la inmediatez y la superficialidad son culturalmente dominantes se dificulta el discernir entre lo verdadero y lo falso. Esa preponderancia de las apariencias permitió al kirchnerismo mentir, omitir, exagerar, engañar y descontextualizar para sostenerse en el poder.

Por lo tanto, la fe ciega y cegadora en la certeza absoluta de una visión de la realidad según una fuente infalible hace que muchos sientan que con su adhesión cooperan con un compromiso moral, aunque eso signifique secundar y transigir con cosas que tal vez les hubieran repugnado moralmente en otro momento. Así es como se tragan sapos, mentiras y excusas en nombre de la expansión de un supuesto modelo nacional y popular cuando único que se expande es el patrimonio personal de funcionarios y dirigentes oficialistas.

La política, en una democracia moderna, es la herramienta fundamental para articular voluntades, generar consenso y administrar disenso; algo absolutamente incompatible con esto que se pretende imponer como religión rebelada. Por eso, el retroceso de la política frente a esta suerte de dogma pseudoreligioso nos estaría regresando a una época en la que buscar la verdad, razonar y tener una mirada crítica de la realidad era considerado abominable: la Edad Media.

Van por todo

Esta concepción del poder justifica arremeter contra todo aquello que signifique un obstáculo sin importar si se trata de la República o de la Constitución Nacional. Actúan como si la legitimidad dada por el 54% de los votos los habilitara a confundir el Estado con el Gobierno, y a este con el FPV.

No aceptan matices; o se está a favor o se está en contra. El rechazo al pluralismo y, por ende, al diálogo, demuestra la debilidad del relato oficial. Quien tiene seguridad en sus convicciones acepta gustoso la crítica y el debate porque sabe que sus ideas pueden resultar fortalecidas; en cambio esto es peligroso cuando no existen convicciones o cuando las verdaderas intenciones son inconfesables. Por algo el kirchnerismo en lugar de dar respuestas concretas, apela a una mezcla de retórica vacía, exabruptos emocionales, insultos y descalificaciones.

Cuando la convivencia democracia se debilita gana la violencia. Esto último puede parecer exagerado, sin embargo las piñas de D’Elia, los escraches, el ninguneo al Congreso, los aprietes a jueces, los guantes de box de Moreno, los “juicios públicos”, los elogios a los barrabravas y la proliferación de patotas oficiales, son señales que no deben soslayarse.

Estas connotaciones autoritarias y desapego institucional significan un fuerte retroceso para nuestra democracia. Porque se equivocan quienes consideran que la democracia es solamente un acto eleccionario. Es mucho más que eso, se trata de la mejor forma de convivencia entre individuos digna de un ser humano. Por eso desde el radicalismo siempre hemos afirmado que, más que un sistema político, es una forma de vida.

Recuperar los valores

La cultura de lo banal también ha afectado a la política. Para muchos grupos políticos lo importante parece pasar por los trending topics, las encuestas de imagen, los slogans obvios y vacíos o ingenierías electorales con mucho marketing y pocas ideas. Esa clase de política, por algunos llamada “nueva política”, ha sido más que funcional a las estrategias de instalación del relato kirchnerista.

Muchos en cambio creemos que la política debe pasar por otra cosa: cambiar el contexto y recuperar aquellos valores que hemos ido perdiendo en esta espiral de decadencia en la que nos encontramos. Por eso elegimos al radicalismo, porque es el partido que, a pesar de todas las dificultades que le ha tocado enfrentar, ha hecho de esos valores causa de su existencia.

Se trata de la unidad nacional, entendiendo que la superación de nuestros problemas será posible mediante un proyecto colectivo que nos incluya a todos.

Se trata de la ética de la solidaridad entendida como la mejor forma de hacernos fuertes cooperando entre todos los argentinos.

Se trata del valor del esfuerzo en lugar de la viveza criolla, para que ganen los que se esfuerzan y no los vivos que se aprovechan del esfuerzo de los demás.

Se trata de los valores republicanos; del respeto por las instituciones y la ley. Los países que han alcanzado un importante grado de desarrollo y bienestar social son aquellos que han logrado un óptimo funcionamiento institucional, con respeto por la división de poderes, vigencia del estado de derecho y alternancia en el poder.

Se trata de la igualdad de oportunidades y la justicia social para que no haya excluidos ni marginados. Aquellos argentinos que necesitan un subsidio para poder vivir están limitados en sus posibilidades de desarrollo pleno; física, intelectual y moralmente.

Se trata del pluralismo como factor de enriquecimiento y vigorización cultural de la sociedad. Porque el pluralismo implica diálogo; entendido como una acción racional que nos permite aprender por medio de la crítica. El dejar criticar nuestras ideas y, a la vez, criticar las de los demás, hace que una sociedad las contemple desde distintos puntos de vista para poder juzgarlas y/o mejorarlas.

Se trata de la cultura del trabajo. La dignidad del trabajo es la mejor garantía para que ninguna familia caiga en la extorsión de las redes clientelares.

Se trata de la honestidad y la decencia, para que podamos confiar en nuestras instituciones y entre nosotros mismos. Cuando recuperamos la democracia le dijimos Nunca Más a las dictaduras, la represión y la muerte. El país necesita que, con la misma contundencia de entonces, le digamos Nunca Más a la corrupción.

Se trata del compromiso. Una ciudadanía consciente de sus derechos y obligaciones, con capacidad crítica, involucrada y participativa; constituye un límite infranqueable para cualquiera que pretenda pisotearla.

El poder de la libertad

Un pueblo puede resignarse a muchas cosas, pero nunca a no hacer pleno uso de la libertad. No podemos permitirnos delegar nuestro futuro a profetas que nos digan hacia donde ir. La libertad implica responsabilidad y compromiso; lo que significa que la realización de sus posibilidades depende fundamentalmente de nosotros mismos. Lo que seremos depende de lo que nosotros y muchos otros argentinos, habremos de hacer; hoy y mañana. Y lo que hacemos y habremos de hacer depende, a su vez, de nuestro pensamiento, de nuestros deseos; nuestras esperanzas; nuestros temores. Depende de cómo percibimos el mundo; y de qué tipo de juicio nos formamos de las posibilidades ampliamente abiertas de futuro.

Démonos entonces la posibilidad de no dejarnos distraer por lo banal y superficial; recuperemos los valores. Démonos la posibilidad de imaginar un país mejor y tengamos la voluntad y el compromiso para hacerlo realidad. Démonos, en definitiva, la oportunidad de creer en nosotros mismos.

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